Cuando llegué por primera vez a Tokio en abril de 1976, el plan era pasar unos días y luego continuar hacia el sudeste asiático. Decidí guardar mi equipaje en el aeropuerto esa primera noche para poder pasear. No tenía idea de dónde me iba a quedar. Tomé el monorraíl desde el aeropuerto de Haneda hasta la ciudad y luego recorrí el círculo de la línea Yamanote alrededor de Tokio. Cuando llegué a Shinjuku me bajé del tren. Parecía la parte más luminosa, ruidosa y concurrida de la ciudad. Pasé la noche deambulando por Shinjuku y los barrios cercanos y por la mañana supe que quería quedarme. Quizás valga la pena señalar que en 1976 no había nada que preparara a quien visitaba Tokio por primera vez. “BladeRunner-esque” aún no había entrado en el idioma. En aquel momento simplemente no se conocía la idea de que el futuro había llegado y estaba vivo y coleando en una ciudad asiática. Por eso, toparnos con él fue emocionante y revelador”.
Greg Girard de la sesión de preguntas y respuestas con Brad Feuerhelm, incluida en el libro