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La carretera es uno de los mitos más fértiles que ha exportado los Estados Unidos al resto del mundo. Novelas como "On the road" de Jack Kerouac, películas como "Thelma y Louise" o un buen puñado de canciones de Bruce Springsteen son buenos ejemplos del afán de la cultura popular norteamericana por vendernos, con olor de gasolina y asfalto recalentado por el sol, la idea de la libertad a lomos de un coche.
Esta reformulación de uno de los pilares de la identidad americana, el descubrimiento de nuevos territorios (primero en carreta tirada pie caballos, luego en tren y finalmente en automóvil), tiene su correlación en el mundo de la fotografía: autores contemporáneos como Stephen Shore, Joel Sternfeld, Alec Soth, Todd Hido o Bryan Schutmaat, entre otros, siguen conduciendo en solitario sus automóviles, lejos de las grandes ciudades, en busca de la esencia de su país. En sus placas fotográficas abundan las vistas de la naturaleza, los poblados casi abandonados, los tipos solitarios, las carreteras secundarias, los restaurantes, moteles y gasolineras, los rótulos de neón...
Imaginario vernáculo ibérico
Casi 10.000 kilómetros al este de California se desarrolla un universo paralelo, un imaginario vernáculo ibérico, que está basado en el mundo particular de la red de carreteras españolas. Desplegada en los años 60 del pasado siglo durante el desarrollismo franquista, la tela de araña de las carreteras nacionales era, y todavía es, un sistema radial centrado en Madrid, pero apoyado en un entramado de rutas que conectan las 6 vías principales. 
Las carreteras nacionales y sus hermanas periféricas, como la que corre paralela a la costa del Mediterráneo crearon, de manera espontánea, una subcultura popular. El universo previo a las actuales autopistas y autovías está pertrechado a base de restaurantes con menús para camioneros, hoteles y pensiones económicos, locales de alterne, siluetas del toro de Osborne, camiones Pegaso, coches familiares sin aire acondicionado, jamones serranos en espera de clientes, cintas de cassete y postales descoloridas en los expositores de las gasolineras..
En el este peninsular, y gracias a una similitud territorial con el oeste americano (cuyo punto más remarcable es el desierto de Tabernas, utilizado en los años 60 y 70 para rodar los llamados "spaguetti western"), se creó, además, una fusión particular entre el vernáculo popular ibérico y el americano. Esta mezcla entre el cutrerío local y el mito yanqui tiene como expresión física a algunos locales que imitan los de la Ruta 66; o esos coches fabricados en Detroit, Michigan, que en su día fueron utilizados para producciones cinematográficas y que, una vez acabados los rodajes en Almería, fueron abandonados a su suerte.
Solo en la carretera
Esteban, de natural creativo y emprendedor, ha hecho realidad su obsesión por recuperar las imágenes reales y las extraídas de la televisión de su infancia, allá a mediados de los 80. Durante un invierno se lanzó una y otra vez a solas a la carretera, en busca de los lugares que mejor representaran ese universo intuido en los viajes de verano en familia, durante aquellas vacaciones en las que la series "Verano azul" o "El coche fantástico" eran emitidas a la hora de la siesta. Su voluntad ha sido conectar la realidad actual ibérica con un momento histórico y un país en transición, cuando los salpicaderos de los Renault 18 todavía se decoraban con marquitos con fotos de los hijos y la leyenda "No corras papá".
Para este viaje interior y exterior, en el tiempo y en el espacio, Esteban, confiado a la soledad, ha viajado una y otra vez por las carreteras del este y centro de España, siempre armado con una versátil camara digital, perfecta para registrar su particular carretera y manta. Sin embargo, su estilo visual asentado y reflexivo, de colores desaturados, conecta más bien con la filosofía y la estética de las grandes placas fotográficas de los fotógrafos americanos arriba mencionados. También con el proyecto "A1, The Great Northern Road" del inglés Paul Graham, que cuenta la realidad de un país e implícitamente homenajea la propia infancia.
Las aventuras y desventuras gozadas y padecidas por Esteban, necesarias en un viaje de iniciación en la carretera, pueden intuirse en las fotografías contenidas en este libro. Son retazos de un tiempo que parece detenido, observados con respeto, pero también fina ironía y, en algunas ocasiones, con regusto melancólico. Son, en definitiva, un sincero y honesto homenaje a una época y un lugar del cual todavía nos llegan sus ecos. También, aunque no parezca evidente, es un autorretrato sin filtros de un fotógrafo que disfruta viviendo su particular y, a la vez, universal aventura.

                                              
                                                                                                                                                   

Rafa Badia 

 

Carretera & Manta - Esteban de Sande

SKU : 9788409585243
€48.00Prix

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