Fotografías tomadas en Nueva York hace más de 50 años por Mark Cohen se publicarán por primera vez en Tall Socks. En julio de 1973, Cohen pasó un mes viviendo en una residencia universitaria de la Universidad de Nueva York mientras participaba en un taller de producción cinematográfica. Sus clases diarias eran cortas, así que aprovechaba su tiempo libre para recorrer la ciudad con su cámara. Solo se imprimieron algunas imágenes en aquel momento y la gran mayoría permaneció oculta, salvo en forma de negativos, hasta ahora.
Nueva York en la década de 1970 era conocida por sus altos índices de criminalidad, desorden social, un metro inseguro y una calidad de vida en declive. El estancamiento económico había golpeado duramente a la ciudad y muchos residentes de clase media se habían mudado a las afueras. Esto se evidencia a menudo en las fotografías de Cohen, en los grafitis, la basura y las ruinas presentes en las calles, pero sus imágenes también retratan una Nueva York llena de vida y en movimiento. Aunque la secuencia del libro no sigue una narrativa formal, el ritmo de las imágenes da la impresión de caminar por una ciudad cuyos residentes están en perpetuo tránsito, con Cohen moviéndose discretamente por ella. Hay cambios de manzana en manzana, de paso en paso, y se observan detalles e impresiones. Hay un trasfondo de amenaza en algunas de las imágenes (la mirada de un extraño y estaciones de metro amenazantes), pero también humor y alegría en los calcetines altos de un niño, una dama con plumas de pavo real, un elefante incongruente o una niña que lleva una tabla de madera a través de una calle adoquinada.
Mark Cohen toma fotografías desde los 14 años y es conocido por su trabajo en su ciudad natal, Wilkes-Barre, Pensilvania, donde simplemente salía de su casa y se ponía a trabajar. No necesitaba viajar, pues las calles ofrecían un sinfín de posibilidades y variaciones cada día. El mismo método de trabajo se aplicó a su corta estancia en Nueva York. Simplemente tenía que caminar.
 
Cohen posee un estilo fotográfico singular que le permite sostener la cámara a la altura de la cadera para fotografiar intuitivamente, a menudo de cerca a sus sujetos. Esto confiere a sus imágenes una perspectiva inusual: muestran el mundo visto desde la altura de un niño, centrándose en objetos o ángulos que a menudo se pasan por alto, recortando figuras y observando con curiosidad los portales y las calles. Lo familiar se vuelve a la vez fresco y extraño.